29 mar 2016

CAMINANTE.

Fernando Araújo Vélez y Alejandro Araújo Larrahondo
Nos acostumbramos a que nos impusieran una sola forma de vida: estudios, matrimonio, trabajo, familia, dinero, éxito, y nos matriculamos en una especie de viaje sin retorno cuyo destino era tener, acumular, ganar, aparentar. En ese recorrido, nos bombardearon con periódicos que defendían sólo una postura, la de la eterna oligarquía, y con una televisión, sólo una pese a sus múltiples canales, que arrojaba chismes, insulsos realities, engolosinados amores, noticias amañadas y la promesa de que la felicidad podría comprarse. Nos acostumbramos a tener en vez de ser, “amigo cuánto tienes cuánto vales”, como cantaba Jorge Villamil.
 Nos acostumbraron a vivir según antiguos preceptos y no nos dimos cuenta. Luego, ya inmersos en esa vorágine de reglas impuestas, de dogmas, absolutos, mentiras y ajenas conveniencias, lo permitimos. Fue más fácil acostumbrarnos que rebelarnos, y preferimos la imposición, seguir las viejas tradiciones, las herencias, a decidir sobre nosotros mismos. Creímos que si obedecíamos tendríamos una recompensa, y preferimos que nos dictaran el bien y el mal, en lugar de debatir ese bien y ese mal y concluir que no hay Bien ni Mal en mayúsculas. Era más complejo, más difícil desgarrarnos y descubrir nuestro propio camino. No tuvimos la valentía de enfrentar ese dolor.
Nos acostumbramos a la indolencia, a no concebir la vida como sagrada, a pasar de largo si veíamos un cuerpo echado en el pasto, a pisotear, a hundir, a hacer de la competencia un culto, a callar ante las imbecilidades de algunos para no caer en el conflicto y a considerar que el conflicto era una invitación a sacar las pistolas. Nos acostumbraron a pensar sólo si ese pensamiento era redituable, a estigmatizar a los místicos como locos, a los trascendentales como mamertos, a los religiosos como fanáticos, a los estudiosos como aburridos y a los rebeldes como resentidos para eliminar la posibilidad de que tuvieran algo de razón. Y lo permitimos y lo multiplicamos.

26 mar 2016

9 cosas que la gente emocionalmente inteligente hace diferente a los demás

No son superdotados ni es gente que pasa largas horas estudiando libros, tan sólo es gente que dedica gran parte de su tiempo a sí mismo; estudiando sus conductas, analizando sus pensamientos y descifrando sus emociones. Puede que parezcan introvertidos, tímidos, analíticos y en ocasiones con una mente dispersa ante el mundo, pero su mente elabora grandes mapas para entender el mundo. Son personas que saben perfectamente qué les sucede en cada momento, pueden descifrar la causa de sus sentimientos y suelen salir adelante a partir de sus propios ejercicios de introspección. La inteligencia emocional es un concepto ideado por el campo de la psicología para describir la capacidad de entender, asimilar y percibir las propias emociones y las del resto de personas en aras de un crecimiento personal e interpersonal. Pero, ¿qué características tiene una persona emocionalmente inteligente?

1.- Salen adelante por sí solos

Bien han argumentado que el enemigo más férreo que tenemos somos nosotros mismos, pues nos enfrentamos a los límites y los obstáculos de nuestra propia mente. ¿Cuáles son tus principales temores que te atan a la zona de confort? ¿Qué te impide dar el siguiente paso hacia un nivel de desarrollo insospechado? Las fronteras de tu subconsciente. Sin embargo, debes tener la capacidad de enfrentar a tus demonios, deconstruir tu realidad y entender cómo puedes resolver cualquier tipo de problema. Este punto no se refiere a que no debas pedir ayuda, guía o consuelo, pero tienes la fortuna de siempre saber qué es lo que está mal y qué es aquello que te causa conflicto. El siguiente paso es hacer algo con ese conocimiento que tienes.

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2.- Aprenden de los pensamientos negativos

La mente humana suele meterse el pie para evitar confrontar retos y temores, pues el instinto de supervivencia prevalece ante todo. Así, lejos de repeler aquellas emociones e ideas negativas que podrías bloquear para evitar sentirte incómodo, confronta todo aquello que tambalea tu vida. No temas aceptar las facetas más oscuras de tu conciencia, sino que como las enseñanzas budistas reflejan, debes enfocarte en cada sentimiento, cada emoción y analizar cada pensamiento. Al sentir cada aspecto del día a día, serás capaz de tomar una decisión basada en aquello que quieres o deseas. 

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3.- Conocen sus gatillos

Sí, la inteligencia emocional no significa total calma, paz y tranquilidad frente a las situaciones de la vida, sino un profundo conocimiento que implica saber cómo canalizar las emociones hacia una estabilidad que funcione para ti. Ante ello, existen algunos eventos, comentarios, situaciones o recuerdos que te irriten, te incomoden o te detonen la ansiedad, pero la clave está en saberlos identificar, conocer la fuente y el por qué para después controlar nuestras reacciones sin dejar que cada vez nos afecten de la misma forma.

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4.- Saben resolver conflictos personales

¿Te ha pasado que una pequeña discusión sobre el plan del viernes pronto se convierte en una férrea lucha por demostrar quién comete más errores o tiene los peores hábitos en una pareja o una amistad? Las discusiones funcionan como válvulas de escape para muchas emociones que guardamos pues no encontramos el momento de externar cómo nos sentimos. Sin embargo, la inteligencia emocional permite separar conflictos y discusiones para sólo abordar el punto central de cada conflicto. Sin caer en provocaciones o tangentes de las discusiones, nunca debes de perder de vista el asunto del conflicto y concentrarte en resolverlo. Si tú mantienes la cabeza fría, estudia los argumentos del otro y su lenguaje corporal, intenta llevarlo hacia el punto que a ambos les interesa resolver.

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5.- Se toman el tiempo para analizar cada situación

Seguro recuerdas personas que en momentos de estrés, pánico o emergencia tienen la capacidad de mantener la calma, olvidarse de las reacciones y concentrarse en las acciones. Aunque nuestro instinto de supervivencia nos programa para apelar a las reacciones, el ser humano ha aprendido a concentrarse en el análisis de posibles situaciones de riesgo y así determinar si realmente es un peligro o sólo la idea de éste. Tal comportamiento sólo se logra tras ejercicios de ser consciente de todo lo que pasa a nuestro alrededor, analizar posibles riesgos, conocer qué podemos hacer ante tal o cual situación y saber que al final tienes la gran oportunidad de actuar según sea el caso. Sólo ten cuidado, no conviertas esta práctica en algo obsesivo.

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6.- No pierden la capacidad de asombro

La rutina, nuestra “madurez emocional” y el fastidio causado por una vida monótona causan que poco a poco perdamos la capacidad de sorprendernos con un mundo que creemos conocer en su totalidad. Sin embargo, en ese divino regalo que parece caracterizar a los niños, se esconde uno de los secretos de la felicidad de la vida, pero requiere constantes ejercicios de apreciación. Por mucho que repitamos el camino, que frecuentemos a las mismas personas o que incluso comamos los mismos alimentos, debemos ampliar la percepción de nuestros sentidos para siempre encontrar algo diferente, aprender algo nuevo o entender algo distinto de una situación tan rutinaria. Y si parece que ya no encontramos nada nuevo, atrevernos a explorar nuevos horizontes.

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7.- Muestran más empatía y compasión

Un estudio publicado por la Universidad de Calgary en Canadá develó cómo las personas sujetas a una terapia de atención plena orientada a la reducción de estrés tuvieron múltiples cambios cerebrales tras las ocho semanas del taller. Se demostró que la materia gris del cerebro aumentó y que el tamaño de la amígdala se redujo; el primero es responsable de la regulación emocional y el segundo controla los procesos de estrés y emociones negativas. De esta manera, las personas que participaron en la terapia se mostraron mucho más empáticas y compasivas con personas en situaciones ajenas a la suya, pero con la capacidad de encontrar puntos en común con ellos orientados a la comprensión del otro.

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8.-  Se concentran en lo que sucede a su alrededor

Si ya hablamos de personas que son más empáticas y compasivas, ese hecho se verá reflejado en las actitudes y decisiones cotidianas, pues lejos de concentrarse en sí mismos, buscarán cosas a su alrededor en las que puedan ayudar o que puedan mejorar. Esto no involucra que te pierdas de ti mismo y sólo te enfoques en los demás, pero ante la capacidad que tienes de salir adelante por ti mismo, querrás enfocar el resto de tu tiempo y energía en hacer algo por los demás.

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9.- No se conforman con lo que tienen

Buscan llegar más lejos, hacer más, ayudar a más gente, quieren cambiar más cosas, quieren ser mejores y ayudar a que otros lo sean. Una mentalidad sencilla pero única.

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24 mar 2016

UNITATIS REDINTEGRATIO.

V PREDICACIÓN DE CUARESMA. P. RANEIRO CANTALAMESA.
1. El camino ecuménico después del Vaticano II
La moderna ciencia hermenéutica ha vuelto familiar el principio de Gadamer de la “historia de los efectos” (Wirkungsgeschichte). Según este método, para entender un texto es necesario tener en cuenta los efectos que este ha producido en la historia, pasando a formar parte de la historia y dialogando con ella .
Este principio resulta de gran utilidad aplicado a la interpretación de la Escritura. Nos dice que no se puede entender completamente el Antiguo Testamento, si no es a la luz del cumplimiento del Nuevo y no se puede entender el Nuevo Testamento si no es a la luz de los frutos que ha producido en la vida de la Iglesia. No basta por tanto el habitual estudio histórico-filológico de las “fuentes”, es decir de las influencias sufridas por un texto; es necesario tener en cuenta también las influencias ejercidas por este mismo. Es la regla que Jesús había formulado mucho tiempo antes, diciendo que cada árbol se conoce por sus frutos (cf. Lc 6, 44).
En la debida proporción, este principio –lo hemos visto en las meditaciones precedentes– se aplica también a los textos del Vaticano II. Hoy quisiera mostrar cómo esto se aplica en particular al decreto del ecumenismo, Unitatis redintegratio, que es el tema de esta meditación. Cincuenta años de camino y de progresos en el ecumenismo demuestran la virtualidad encerrada en ese texto. Después de haber recordado las razones profundas que inducen a los cristianos a buscar la unidad entre ellos, y después de tomar nota del difundirse entre los creyentes de las distintas Iglesias de una nueva actitud al respecto, los Padres conciliares así expresan el intento del documento:
“Considerando, pues, este Sacrosanto Concilio con grato ánimo todos estos problemas, una vez expuesta la doctrina sobre la Iglesia, impulsado por el deseo de restablecer la unidad entre todos los discípulos de Cristo, quiere proponer a todos los católicos los medios, los caminos y las formas por las que puedan responder a este divina vocación y gracia” . Las relaciones, o los frutos, de este documento han sido de dos formas. En el plano doctrinal e institucional, ha sido constituido el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos; iniciaron otros diálogos bilaterales con casi todas las confesiones cristianas, con el fin de promover un mejor conocimiento recíproco, un debate de las posiciones y la superación de prejuicios”.
Las realizaciones y los frutos de este documento han sido de dos especies. En el plano doctrinal y institucional ha sido creado el Pontificio consejo para la unidad de los cristianos y se han iniciados diálogos bilaterales para con la mayoría de las iglesias cristianas afín de promover un mejor conocimiento reciproco y superar los prejuicios.
Junto a este ecumenismo oficial y doctrinal, se ha desarrollado desde el principio un ecumenismo del encuentro y de la reconciliación de los corazones. En este ámbito destacan algunos encuentros célebres que han marcado el camino del ecumenismo en estos 50 años: el de Pablo VI con el Patriarca Atenágoras, los innumerables encuentros de Juan Pablo II y de Benedicto XVI con los jefes de distintas iglesias cristianas, del papa Francisco con el patriarca Bartolomé en el 2004, y, por último, con el Patriarca de Moscú Kirill en Cuba que ha abierto un horizonte nuevo en el camino ecuménico.
A este mismo ecumenismo espiritual, pertenecen también las muchas iniciativas en las cuales los creyentes de distintas Iglesias se encuentran para rezar y proclamar juntos el Evangelio, sin intenciones de proselitismo y en plena fidelidad cada uno a su propia Iglesia. He tenido la gracia de participar en muchos de estos encuentros. Uno de ellos permanece particularmente vivo en mi memoria porque fue como una profecía visual de resultado al qué debería llevarnos al movimiento ecuménico.
En 2009 se celebró en Estocolmo una gran manifestación de denominada “Jesus manifestation”, “Una manifestación por Jesús”. En el último día, los creyentes de las distintas Iglesias, cada uno por una calle diferente, caminaban en procesión hacia el centro de la ciudad. También el pequeño grupo de católicos, con el obispo local a la cabeza, íbamos por nuestro camino rezando. Al llegar al centro, las filas se rompían y era una única multitud la que proclamaba el señorío de Cristo frente a una multitud de 18 mil jóvenes y de transeúntes atónitos. La que pretendía ser una manifestación “por” Jesús, se convirtió en una poderosa manifestación “de” Jesús. Su presencia se podía casi tocar con la mano en un país que no está acostumbrado a manifestaciones religiosas de este tipo.
También estos desarrollos del documento sobre ecumenismo son un fruto del Espíritu Santo, un signo del invocado nuevo Pentecostés. ¿Cómo hizo el Resucitado para convencer a los apóstoles a abrirse a los gentiles y a recibirles también a ellos en la comunidad cristiana? Condujo a Pedro en la casa del centurión Cornelio, le hizo asistir a la venida del Espíritu sobre los presentes, con las mismas manifestaciones que los apóstoles habían experimentado en Pentecostés: hablar en lenguas, glorificar a Dios en voz alta. A Pedro no le quedó otra opción que llegar a la conclusión: “Si Dios les dio a ellos la misma gracia que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿cómo podía yo oponerme a Dios?” (Hch 11, 17).
El Señor resucitado está haciendo lo mismo hoy. Envía su Espíritu y sus carismas sobre los creyentes de las distintas Iglesias, también de las que creíamos más distantes de nosotros, a menudo con idénticas manifestaciones visibles. ¿Cómo no ver en eso un signo que nos empuja a aceptarnos y reconocernos recíprocamente como hermanos, aunque aún en el camino hacia una unidad más plena en el plano visible?
Fue en todo caso lo que me ha convertido a mi a tener amor a la unidad de los cristianos, acostumbrado por mis estudios preconciliares a ver a los ortodoxos y protestantes solo como “adversarios” para confutar en nuestras tesis de teología.
2. A un año del V Centenario de la reforma protestante (1517)
En la Cuaresma del año pasado, traté de mostrar los resultados a los que ha llegado, a nivel teológico, el diálogo ecuménico con el oriente ortodoxo. Al libro que recoge tales meditaciones di el título “Dos pulmones, una única respiración” el cual dice por sí solo a lo que tendemos y que en gran parte ya se ha realizado .
En esta ocasión quisiera dirigir la atención a las relaciones con el otro gran interlocutor del diálogo ecuménico que es el mundo protestante, sin entrar en cuestiones históricas y doctrinales, pero para mostrar cómo todo nos empuja a ir adelante en el esfuerzo de recomponer la unidad del occidente cristiano.
Una circunstancia hace este esfuerzo particularmente actual. El mundo cristiano nos prepara a celebrar el quinto centenario de la Reforma en el 2017. Es vital para el futuro de la Iglesia no perder esta ocasión, permaneciendo prisioneros del pasado, o limitándose a usar un tono más conciliador en el establecimiento de los aciertos y errores en ambos lados. Es el momento de hacer, creo, un salto de calidad, como cuando una barca llega a la compuerta de un río o de un canal que le permite proseguir la navegación a un nivel superior.
La situación ha cambiado profundamente en estos quinientos años, pero como siempre, es difícil tomar pronto conciencia de lo que es nuevo. Las cuestiones que provocaron la separación entre la Iglesia de Roma y la Reforma en el siglo XVI fueron sobre todo las indulgencias y la forma en la que sucede la justificación del pecador.
Pero ¿podemos decir que estos son problemas con los cuales se mantiene o cae la fe del hombre de hoy? En una conferencia celebrada en el Centro “Pro unione” de Roma, el cardenal Walter Kasper explicaba que mientras para Lutero el problema existencial número uno era cómo superar el sentido de la culpa y obtener un Dios benévolo, hoy el problema es más bien el contrario: como dar de nuevo al hombre de hoy el verdadero sentido del pecado que se ha perdido del todo.
Creo que todas las discusiones seculares entre católicos y protestantes acerca de la fe y las obras han terminado por hacer perder de vista el punto principal del mensaje paulino. Lo que el apóstol quiere afirmar, sobre todo en Romanos 3, no es que somos justificados por la fe, sino que somos justificados por la fe en Cristo; no es tanto que somos justificados por la gracia, sino que somos justificados por la gracia de Cristo. La persona de Cristo es el corazón del mensaje, incluso antes de la gracia y la fe.
Después de haber presentado a la humanidad en su estado universal de pecado y de perdición en los dos capítulos anteriores de la Carta, el apóstol tiene el increíble valor de proclamar que esta situación ha cambiado radicalmente, “en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús”, “por la obediencia de uno solo”(Rm 3, 24; 5, 19).
La afirmación de que esta salvación se recibe por fe, y no por obras, está presente en el texto y era lo más urgente donde arrojar luz en los tiempos de Lutero, cuando era claro, al menos en Europa, que se trataba de la fe en Cristo y de la gracia de Cristo. Pero esa viene en segundo lugar, no en el primero. Cometimos el error de reducir a un problema de escuelas, a lo interior del cristianismo, lo que era para el apóstol una afirmación mucho más amplia y universal. Hoy estamos llamados a redescubrir y proclamar juntos el fondo del mensaje paulino.
En la descripción de las batallas medievales siempre hay un momento en el que, superados los arqueros, caballería y todo lo demás, la lucha se concentraba alrededor del rey. Allí se decidía el éxito final de la batalla. También para nosotros la batalla de hoy está alrededor del rey… La persona de Jesucristo es el verdadero juego. Tenemos que volver, desde el punto de vista de la evangelización, al tiempo de los apóstoles. Hay una similitud entre nuestro tiempo y el de ellos. Ellos estaban frente a un mundo pre-cristiano; en Occidente, nosotros tenemos delante un mundo en gran parte post-cristiano.
Cuando el apóstol Pablo quiere resumir en una frase la esencia del mensaje cristiano no dice: “Anunciamos esta o esa doctrina”; dice: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado” (1 Cor 1, 23), y otra vez: “Nosotros predicamos a Cristo Jesús el Señor” (2 Cor 4, 5). Esto es el verdadero “articulus stantis cadentis et Ecclesiae”, el artículo por el cual la Iglesia se mantiene o cae.
Esto no significa ignorar todo lo que la Reforma protestante produjo de nuevo y válido, tanto en la teología y como en la de la espiritualidad, especialmente con la reafirmación de la primacía de la Palabra de Dios. Significa más bien permitir que toda la Iglesia se beneficie de sus logros positivos, una vez liberados de ciertos excesos y refuerzos debidos a la atmósfera recalentada del momento, a la interferencia de la política y a las controversias posteriores.
Un paso importante en este sentido fue la “Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación”, firmada el 31 de de octubre de 1999, entre la Iglesia católica y la Federación Mundial de Iglesias Luteranas” . En su conclusión, que dice:
“La comprensión de la doctrina de la justificación expuesta en esta Declaración muestra la existencia de un consenso entre luteranos y católicos sobre los puntos fundamentales de la doctrina de la justificación. A la luz de este acuerdo son aceptables las diferencias que existen con respecto al lenguaje, los desarrollos teológicos, y los énfasis particulares que ha tomado la comprensión de la justificación. [...] Por esta razón, la elaboración luterana y la católica de la fe en la justificación , en sus diferencias, están abiertas la una a la otra de tal forma que no invalida de nuevo el consenso alcanzado sobre verdades fundamentales” .
Yo estaba presente cuando el acuerdo fue proclamado en San Pedro durante unas vísperas solemnes presididas por el Papa Juan Pablo II y el arzobispo de Uppsala, Bertil Werkström. Me impresionó una observación que el Papa hizo en la homilía. Expresaba, si no recuerdo mal, este pensamiento: ha llegado el momento de dejar de hacer de esta doctrina de la justificación por la fe un tema de lucha y disputas entre los teólogos, y tratar, en cambio, de ayudar a todos los bautizados a hacer, de esta verdad, una la experiencia personal y libertadora. Desde ese día, no he parado, cada vez que he tenido la oportunidad en mi predicación, de exhortar a los hermanos a tener esta experiencia.
La justificación mediante la fe en Cristo debería ser predicada por toda la Iglesia y con mayor vigor que nunca. Ya no, sin embargo, en contraposición a las “buenas obras”, que es un asunto superado y resuelto, sino en oposición, en todo caso, a la pretensión del mundo secularizado de poder salvarse solo, con su ciencia, la tecnología o las técnicas espirituales de su invención. Estoy convencido de que si estuvieran vivos hoy en día, esta sería la forma en la que Lutero, Calvino y otros reformadores ¡predicarían la justificación gratuita mediante por la fe!
“Las sociedades modernas – leemos en un libro que ha hecho historia – son construidas sobre la ciencia. Le deben su riqueza, su poder y la certeza de que una riquezas y poderes aún mayores serán accesibles al hombre el día de mañana si él quiere [...]. Provistos de todo el poder, con todas las riquezas que la ciencia les ofrece, nuestras sociedades todavía tratan de vivir y enseñar sistemas de valores, ya socavados en la base por esta misma ciencia” .
Los “sistemas de valores obsoletos” son, por supuesto, para el autor, los sistemas religiosos. Jean-Paul Sartre llega a la misma conclusión desde un punto de vista filosófico. Él hace decir a uno de sus personajes: “Yo mismo hoy me acuso y solo yo me puedo absolver también, yo el hombre. Si Dios existe, el hombre no es nada” .
Es a este tipo de desafíos lanzados por el cientificismo ateo y el secularismo que deben responder los cristianos de hoy en día con la doctrina de que “el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe en Jesucristo” (cf. Gal 2, 16).
3. Más allá de las fórmulas
Estoy convencido de que en el diálogo ecuménico con las Iglesias protestantes pesa mucho el rol de frenado de las fórmulas. Me explico. Las formulaciones doctrinales y dogmáticas, que en sus inicios fueron el resultado de procesos vitales y reflejaban el camino coral de la comunidad y la verdad alcanzada con fatiga, con el paso del tiempo tienden a endurecerse para convertirse en “consignas”, etiquetas que indican una pertenencia. La fe ya no termina en la realidad de la cosa, sino en su formulación. Estamos en las antípodas de lo que debería ser, según la famosa afirmación de Tomás de Aquino: “Fides non terminatur ad enuntiabile, sed ad rem”: la fe no termina en su formulación, sino la cosa en sí misma .
Es el fenómeno del formalismo ya en la antigüedad, una vez terminada la fase creativa de los grandes dogmas . Sólo recientemente se dieron cuenta, por ejemplo, que las divisiones dentro del Oriente cristiano, entre Iglesias calcedonianas y las llamadas monifisistas o nestorianas, estaban basados, en muchos casos, en fórmulas y el sentido diferente dado, en ellas a los términos ousia y hypostasis, que no tocaban la sustancia de la doctrina. Se ha podido restablecer, así, la comunión entre y con diferentes Iglesias orientales.
Este obstáculo es particularmente visible en las relaciones con las Iglesias de la Reforma. Fe y obras, Escritura y tradición: son contraposiciones comprensibles y en parte justificadas en su nacimiento, pero llevan al engaño si son repetidas y mantenidas en pie, como si nada hubiera cambiado en quinientos años de vida.
Tomemos la contraposición entre fe y obras. Esta tiene sentido si por buenas obras se entiende principalmente (como lamentablemente sucedía en la época de Lutero) indulgencias, peregrinaciones, ayunos, limosnas, velas votivas, y todo lo demás. En cambio lleva fuera del camino si por buenas obras se entiende las obras de caridad y de misericordia. Jesús en el Evangelio reprende que sin esas no se entra en el Reino de los Cielos y Él se verá obligado a decir: “Lejos de mí”. No se es justificado por las buenas obras, pero no nos salvamos sin las buenas obras. La justificación es sin condiciones de la parte de Dios, pero no es sin consecuencias. Esto lo creemos todos, católicos y protestantes y lo decía ya el Concilio de Trento.
Lo mismo hay que decir de la contraposición entre Escritura y tradición. Esta surge apenas se toca el problema de la revelación, como si los protestantes tuvieran solamente la Escritura y los católicos la Escritura y la tradición juntas. Cuando en realidad todas las Iglesia tienen una propia tradición. ¿Qué es lo que explica la existencia de tantas denominaciones diversas dentro del protestantismo, si no el modo diverso que tiene cada una de interpretar las Escrituras? ¿Y qué es la tradición en su contenido más verdadero si no justamente, la Escritura leída en la Iglesia y por la Iglesia?
Ni siquiera la fórmula luterana “Simul iustus et peccator”, “justo y pecador al mismo tiempo”, es un obstáculo insuperable a la comunión. Forma parte de la tradición católica desde el tiempo de los Padres, la definición de la Iglesia como “casta meretriz” (casta meretrix), como santa y que siempre necesita ser reformada” . Lo que se dice de la Iglesia en su conjunto como cuerpo de Cristo, ¿no se debería aplicar también a cada uno de sus miembros?
Lo que puede ser objeto de una explicación diversa y complementaria es el modo con el cual se entiende esta presencia simultánea de santidad y de pecado en el hombre redimido. En el adjunto a la Declaración conjunta sobre la justificación hay una explicación de la fórmula “simul iustus et peccator” que no es incompatible con la doctrina católica. Se afirma que la justificación opera una renovación real en la vida del bautizado, incluso si esto no se vuelve nunca una posesión adquirida, sobre la cual el hombre pueda apoyarse delante a Dios, mas que queda siempre dependiente de la acción del Espíritu Santo.
En 1974 hubo una noticia que asombró y divirtió al mundo entero. Un soldado japonés, enviado durante la última Guerra Mundial a una isla de Filipinas para infiltrarse entre el enemigo y recoger información, había vivido treinta años escondiéndose en la jungla y alimentándose de raíces, frutos y alguna presa, convencido de que aún había guerra y él seguía en su misión. Cuando lo encontraron fue difícil convencerlo de que la guerra había terminado y que podía volver a su país.
Yo creo que sucede algo similar entre los cristianos. Hay cristianos a los que es necesario convencerles, en ambas formaciones, que la guerra ha terminado, las guerras de religión entre católicos y protestantes han terminado. ¡Tenemos otras cosas que hacer que la guerra uno al otro! El mundo ha olvidado o no ha conocido nunca a su Salvador, a aquel que es la luz del mundo, el camino, la verdad y la vida ¿Y perdemos el tiempo discutiendo entre nosotros?
4- Unidad en la caridad
Sin embargo, no es suficiente este motivo práctico para realizar la unidad de los cristianos. No es suficiente encontrarse unidos en el frente de la evangelización y de la acción caritativa. Este es un camino que el movimiento ecuménico ha experimentado en sus inicios con el movimiento ‘Vida y acción’ (Life and Work), pero que se ha revelado insuficiente. Si la unidad de los discípulos tiene que ser un reflejo de la unidad entre el Padre y el Hijo, esta tiene que ser en primer lugar una unidad de amor, porque tal es la unidad que reina en la Trinidad. Las tres divinas personas no están unidas por el hecho de que realizan conjuntamente la creación y todas las otras obras ad extra; los son en su mismo ser. La Escritura nos exhorta a “hacer la verdad en la caridad – veritatem facientes in caritate”(Ef 4, 15). Y san Agustín afirma que “no se entra en la verdad si no a través de la caridad – non intratur in veritatem nisi per caritatem» .
La cosa extraordinaria, sobre este camino hacia la unidad basada en el amor, es que esta se encuentra ya enteramente abierta delante de nosotros. No podemos “quemar las etapas” sobre la doctrina, porque las diferencias son y se resuelven con paciencia en los lugares correspondientes. Podemos en cambio quemar las etapas en la caridad, y estar plenamente unidos desde ahora. El signo verdadero y seguro de la venida del Espíritu no es, escribe nuevamente san Agustín, el hablar en lenguas, sino el amor por la unidad: “Sepan que tendrán el Espíritu Santo cuando consientan que vuestro corazón adhiera a la unidad a través de una sincera caridad” .
Releemos el himno a la caridad de san Pablo. Cada una de sus frases toma un significado actual y nuevo, si se aplica al amor entre los miembros de las diversas Iglesias.
“La caridad es paciente…
La caridad no es envidiosa…
No busca solo su interés (o solo el interés de la propia Iglesia).
No toma en cuenta el mal recibido (sino más bien el mal hecho a los demás).
No goza de la injusticia, sino que se complace por la verdad (no goza de las dificultades de las otras Iglesias, sino que se alegra de sus éxitos espirituales).
Todo cree y todo soporta” (1 Cor 13,4 ss).
“Amarse” se ha dicho “no significa mirarse uno al otro, sino mirar hacia la misma dirección”. También entre los cristianos, amarse significa mirar juntos hacia la misma dirección que es Cristo. “Él es nuestra paz” (Ef 2, 14). Si nos convertiremos a Cristo e iremos juntos hacia Él, nosotros cristianos nos acercaremos también entre nosotros, hasta volvernos, como él ha querido, “una sola cosa con él y con el Padre” (cf. Jn 17, 21). Sucede como con los radios de una rueda. Parten desde puntos distantes de una circunferencia, pero a medida que se acercan al centro se acercan también entre ellos, hasta formar un punto solo. Sucede como aquel día en Estocolmo…
Nos preparamos a celebrar la Pascua. En la Cruz, Jesús “ha abatido el muro de separación que existía entre nosotros, o sea la enemistad (…). Por medio del Él podemos presentarnos, los unos a los otros al Padre en un solo Espíritu” (Ef 2, 14.18). No dejemos de hacerlo para la alegría del Corazón de Cristo y para el bien del mundo.
Traducción de Zenit
1.Cf H.G. Gadamer, Wahrheit und Methode, Tübingen 1960.
2.UR, 1.
3.Due polmoni, un unico respiro. Oriente e Occidente di fronte ai grandi misteri della fede. Libreria Editrice Vaticana 2015.
4.El texto de la Declaración se encuentra en el Enchiridion Vaticanum (EV) 17,744-817.
5.Ib, nr. 40.
6.J. Monod, Il caso e la necessità, Mondadori, Milano 1970, 136s.
7.J.-P. SARTRE, Il diavolo e il buon Dio, X, 4, Gallimard, Parigi 1951, p. 267 s.
8.S.Tommaso d’Aquino, Somma teologica, II-IIae , q. 1,a.2,ad 2.
9.G. L. Prestige, God in Patristic Thought, London 1952, chap. XIII; ed. Italiana Dio nel pensiero dei Padri, Bologna, Il Mulino, 1969, pp. 273 ss. (El triunfo del formalismo).
10.Cf. H.U. von Balthasar, “Casta meretrix, in Sponsa Chnristi, Morcelliana, Brescia, 1969.
11.Agostino, Contra Faustum, 32, 18 (CCL 321, p. 779).
12.Agostino, Discursos, 269, 3-4 (PL 3)

Una mirada de historiadores a la Pasión de Cristo


Padre Raniero Cantalamessa
Cruz-luz
En el Evangelio del domingo de Ramos escuchamos por completo el relato de la Pasión según San Lucas. Nos planteamos la cuestión crucial, para responder a la cual fueron escritos los Evangelios: ¿por qué un hombre así acabó en la cruz? ¿Cuál es el motivo y quiénes los responsables de la muerte de Jesús?
Según una teoría que empezó a circular después de la tragedia de la Shoa de los judíos, la responsabilidad de la muerte de Cristo recae principalmente, es más, tal vez exclusivamente, en Pilato y la autoridad romana, cosa que indica que su motivación es más de orden político que religioso. Los Evangelios han excusado a Pilato y acusado de ella a los jefes del judaísmo para tranquilizar a las autoridades romanas y tenerlas como amigas.
Esta tesis nació de una preocupación justa que hoy todos compartimos: cortar de raíz todo pretexto para el antisemitismo que tanto mal ha procurado al pueblo judío por parte de los cristianos. Pero el perjuicio más grave que se puede hacer a una causa justa es el de defenderla con argumentos erróneos. La lucha contra el antisemitismo hay que situarla sobre un fundamento más sólido que una discutible (y discutida) interpretación de los relatos de la Pasión.
La ajenidad del pueblo judío, en cuanto tal, a la responsabilidad de la muerte de Cristo, reposa en una certeza bíblica que los cristianos tiene en común con los judíos, pero que lamentablemente por muchos siglos ha sido extrañamente olvidada: «El que peque es quien morirá; el hijo no cargará con la culpa de su padre, ni el padre con la culpa de su hijo» (Ez 18,20). La doctrina de la Iglesia conoce un solo pecado que se transmite por herencia de padre a hijo, el pecado original; ningún otro.
Ya asegurado el rechazo del antisemitismo, desearía explicar por qué no se puede aceptar la tesis de la total ajenidad de las autoridades judías a la muerte de Cristo, y por lo tanto de la naturaleza esencialmente política de ella. Pablo, en la más antigua de sus cartas, escrita en torno al año 50, da, de la condena de Cristo, la misma versión fundamental de los Evangelios. Dice que «los judíos dieron muerte al Señor» (1 Ts 2,15), y sobre los hechos ocurridos en Jerusalén poco antes de su llegada a la ciudad él debía estar mejor informado que nosotros, los modernos, al haber aprobado y defendido «encarnizadamente», en un tiempo, la condena del Nazareno.
No se pueden leer los relatos de la Pasión ignorando todo lo que les precede. Los cuatro evangelios atestiguan, se puede decir que a cada página, un choque religioso creciente entre Jesús y un grupo influyente de judíos (fariseos, doctores de la ley, escribas) sobre la observancia del sábado, sobre la actitud hacia los pecadores y publicanos, sobre lo puro y lo impuro.
Pero una vez demostrada la existencia de este desacuerdo, ¿cómo se puede pensar que ello no haya jugado ningún papel en el momento del ajuste final de cuentas y que las autoridades judías se decidieran a denunciar a Jesús ante Pilato únicamente por miedo a una intervención armada de los romanos, casi a su pesar?
Pilato no era una persona sensible a razones de justicia, como para preocuparse de la suerte de un desconocido judío; era un tipo duro y cruel, dispuesto a ahogar en sangre cualquier mínimo indicio de revuelta. Todo ello es muy cierto. No intenta salvar a Jesús por compasión hacia la víctima, sino sólo por una obstinación contra sus acusadores, con los que estaba en marcha una guerra sorda desde su llegada a Judea. Naturalmente, esto no disminuye en absoluto la responsabilidad de Pilato en la condena de Cristo, que recae en él no menos que sobre los jefes judíos.
No se trata, sobre todo, de querer ser «más judíos que los judíos». De las noticias sobre la muerte de Jesús, presentes en el Talmud y en otras fuentes judaicas (si bien tardías e históricamente contradictorias), emerge algo: la tradición judía nunca ha negado una participación de las autoridades religiosas del tiempo en la condena de Cristo. No ha fundado la propia defensa negando el hecho, sino a lo más negando que el hecho, desde el punto de vista judío, constituyera delito y que su condena fuera una condena injusta.
A la pregunta: «por qué Jesús fue condenado a muerte», después de todas las investigaciones y alternativas propuestas, se debe por lo tanto dar la respuesta que dan los evangelios. Fue condenado por un motivo esencialmente religioso, el cual sin embargo fue hábilmente formulado en términos políticos para convencer mejor al procurador romano. El título Mesías sobre el que estaba fundamentada la acusación del Sanedrín, en el proceso ante Pilato, se convierte en «Rey de los judíos», y éste será el título de condena que se colgará en la cruz: «Jesús Nazareno, Rey de los judíos». Jesús había luchado toda su vida para evitar esta confusión, pero al final será precisamente ella la que decida su suerte.
Esto deja abierto el tema sobre el uso que se hace de los relatos de la Pasión. En el pasado estos se usaron frecuentemente (por ejemplo, en ciertas representaciones teatrales de la Pasión) de manera impropia, con forzamientos antijudíos. Se trata de algo hoy por todos firmemente confirmado, aunque tal vez aún queda algo qué hacer para eliminar de la celebración cristiana de la Pasión todo lo que pueda ofender la sensibilidad de los hermanos judíos. Jesús fue y sigue siendo, a pesar de todo, el mayor don que el judaísmo dio al mundo. Un don, entre otras cosas, que pagó a un elevado precio…
La conclusión que podemos sacar de las consideraciones históricas realizadas es, por lo tanto, que poder religioso y poder político, los jefes del Sanedrín y el procurador romano, participaron ambos, por motivos diferentes, en la condena de Cristo. Debemos añadir enseguida que la historia no dice todo ni lo esencial sobre este punto. Por la fe, quienes dieron muerte a Jesús fuimos todos nosotros con nuestros pecados.
Dejemos ahora aparte las cuestiones históricas y dediquemos algún instante a contemplarle a Él. ¿Cómo se comporta Jesús en la Pasión? Sobrehumana dignidad, paciencia infinita. Ni un solo gesto o palabra que desmienta lo que Él había predicado en su Evangelio, especialmente en las Bienaventuranzas. Él muere pidiendo el perdón para sus verdugos.
Con todo, nada hay en Él que se asemeje al orgulloso desprecio del dolor del dolor del estoico. Su reacción al sufrimiento y a la crueldad es humanísima: tiembla y suda sangre en Jetsemaní, desearía que el cáliz pasara de él, busca apoyo en sus discípulos, grita su desolación en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
Un rasgo de esta sobrehumana grandeza de Cristo en la Pasión me fascina sobre todo: su silencio: «Jesús callaba» (Mt 26, 63). Calla ante Caifás, calla ante Pilato, quien se irrita por su silencio, calla ante Herodes, que esperaba verle hacer un milagro (Cf. Lc 23, 8). «Al ser insultado, no respondía con insultos; al padecer, no amenazaba», dice de Él la Primera carta de Pedro (2, 23).

Sólo un instante antes de morir rompe el silencio y lo hace con aquel «fuerte grito» que lanza desde la cruz y que arranca al centurión romano la confesión: «Verdaderamente éste era hijo de Dios».

VISITA 7 IGLESIAS HOY JUEVES SANTO

De la noche delJueves Santo hasta el Viernes Santo en la mañana es devoción bíblica y católica el visitar las siete iglesias. Por ello te compartimos una guía de oración que te puede ser útil mientras se realiza este recorrido enfamilia, grupo, comunidad o de manera personal.
Esta tradición nació en Roma y se ha propagado por el mundo entero. Su iniciador fue San Felipe Neri.
La finalidad de estas visitas es agradecer a Jesucristo el don de la Eucaristía y del Sacerdocio que instituyó aquella noche santa y acompañarle en la soledad y sufrimientos en el Huerto de Getsemaní, así como en las afrentas recibidas en las casas de Anás, Caifás, Herodes, Pilato, en el Calvario y en el silencio del sepulcro.
Ante el Monumento, donde se reserva al Señor Sacramentado, se le da gracias a Jesús por su Sagrada Pasión con la que redimió con amor al mundo. De igual manera se le ofrece disculpas por el abandono con que frecuentemente se le deja en el Sagrario y quizás por la poca frecuencia a la Santa Misa y Comunión.
Meditaciones y oraciones
Primera Iglesia: Jesús en el huerto
Medita: Serían como las 10 de la noche al llegar Jesús al Huerto de Getsemaní. Su alma se llenó de tristeza, entró en agonía ante la visión de los sufrimientos que se le venían encima y la ingratitud de la humanidad. Oró por espacio de tres horas con lágrimas y sudor de sangre, que en gotas cayó en tierra. Aquí llegó Judas y con un beso lo entregó a quienes vinieron a aprenderle, aunque más bien fue su Amor a ti el que le entregó.
Oración: Te compadecemos Jesús, y te damos gracias por lo que sufriste por nuestra Salvación en la Oración del Huerto. Nos duele la traición y alevosía con que fuiste hecho preso. Concédenos fortaleza en nuestros sufrimientos y danos el don de la oración.
Se rezan 3 Padrenuestros.
Segunda Iglesia: Jesús en casa de Anás
Medita: Jesús, maniatado como un vulgar malhechor, interrogado por Anás sobre sus discípulos y doctrina, responde con entereza y mansedumbre que pregunte a quienes le han escuchado y que saben bien lo que Él ha dicho y enseñado. Un guardián le dio una bofetada que de seguro lo hizo tambalearse.
Oración: Jesús, te compadecemos; te damos gracias por la injusta humillación que sufriste al ser abofeteado. Te pedimos que nos ayudes a hablar con verdad, serenidad y educación y a respetar a nuestros interlocutores.
Se rezan 3 Padrenuestros.
Tercera Iglesia: En casa de Caifás
Medita: Aquí Jesús tiene que oír cómo se tergiversan sus doctrinas. Cómo se aducen falsos testimonios en su contra. Cómo se le reta a proclamar que es Hijo de Dios, pero sin intención de reconocerle. Cómo Pedro niega conocerle. Cómo se le declara reo de muerte.
Oración: Jesús, tú eres la verdad y se amontonan mentiras para callarte. Has dicho: la verdad los hará libres y tienes que ver cómo la mentira nos esclaviza. Has dicho: ustedes son mis amigos y con qué facilidad te negamos. En ti somos hijos de Dios y qué pobreza la de nuestra vida. Te compadecemos, Jesús, por esas traiciones y te pedimos la gracia de ser tus testigos valientes, fieles a tu amor.
Se rezan 3 Padrenuestros.
Cuarta Iglesia: En casa de Pilato
Medita: Jesús es acusado ante Pilato de malhechor, alborotador del pueblo, que prohíbe pagar el tributo al César y que se proclama rey. Pero Él también anuncia que todo el que es de la verdad escucha su voz. Lo que piden es que sea condenado a muerte.
Oración: Jesús, te proclamamos Cristo Rey, porque eres el único Rey de la Verdad, de la Vida y del Amor. Te compadecemos por la tristeza que tiene que darte el descaro con que te calumnian y por la ceguera con que juegan con las palabras salidas de tu boca. Te pedimos que limpies estos labios y estos corazones con los que te recibimos, y que nuestras vidas den testimonio de Ti.
Se rezan 3 Padrenuestros.
Quinta Iglesia: En casa de Herodes
Medita: Herodes, curioso, pero sin compromiso, se alegra de ver a Jesús. Espera divertirse viéndole hacer algún milagro. Jesús guarda silencio ante la palabrería con que Herodes le halaga. Al no tener respuesta, le desprecia, se burla de Él, poniéndole una túnica blanca.
Oración: Jesús, Sabiduría del Padre, ahora guardas silencio. Por ti los sencillos y humildes han visto el poder de Dios y lo han celebrado con gozo grande. Ahora estás cabizbajo. Te agradecemos la lección que nos das, te compadecemos por el ultraje que recibes y te pedimos la gracia de hablar y callar oportunamente.
Se rezan 3 Padrenuestros.
Sexta Iglesia: De nuevo en casa de Pilato
Medita: Pilato reconoce que Jesús ni es alborotador ni ha cometido delito alguno de los que le acusan. Como que quiere dejarle libre; pero claudica ante las presiones de los adversarios que han jurado acabar con Jesús porque les resulta incómodo, su conducta y sus enseñanzas chocan con sus intereses. Total: Jesús es condenado a muerte de cruz, flagelado, coronado de espinas.
Oración: Jesús, te compadecemos por las injusticias cometidas en este proceso al que fuiste sometido y en el que nosotros metimos nuestras manos. Compadecemos en ti a cuantos por ser fieles a la verdad y a la causa de Dios en sus hijos son tratados injustamente. Te pedimos la gracia de la piedad divina ante nuestras injusticias.
Se rezan 3 Padrenuestros.
Séptima Iglesia: En el Santo Sepulcro

Medita: Jesús ha muerto en la cruz entre indecibles dolores, burlas, desprecios y abandonado de Dios. La Madre y los amigos que lo han acompañado en estos duros momentos, no han podido hacer nada. Unos amigos lo sepultan piadosamente. Se han cumplido las escrituras. Ahora a esperar el tercer día. Él, el poderoso en obras y palabras, ha dicho que resucitará.
Oración: Jesús, te acompañaremos en el silencio estos días, en la espera de que tu palabra germine en nuestros corazones y contigo resucitemos hombres y mujeres nuevos en tu Resurrección. Gracias, Padre Dios, tú siempre has escuchado a tu Hijo y así, vencedor de su muerte y de la nuestra, lo has resucitado.

21 ilustraciones que se burlan de tus adicciones absurdas por la tecnología

El ilustrador francés Jean Jullien dibuja ilustraciones ingeniosas que señalan nuestras adicciones absurdas a la tecnología, los medios sociales y los teléfonos inteligentes. El artista es famoso por burlarse de nuestra obsesión, que nos separa de la vida real, dejándonos solitarios. Además de su sátira también utiliza las redes sociales como una plataforma política, es ampliamente conocido por la creación de la "Paz para París" símbolo que se ha convertido en un signo de solidaridad en todo el mundo con Francia después de los atentados de París.

1. Antes de instagram

2. Haciendo fotos

3. Todo el mundo tiene un Apple hoy en día

4. Conciertos de ahora

5. Un rarito en el metro

6. Nunca solo

7. Nuevo bronceado

8. Ha sido niño

9. El futuro de la fotografía

10. La revolución anunciada por Apple

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12. La evolución de leer las noticias desayunando

13. La vida con un teléfono móvil

14. San Valentín

15. Vida moderna

16. Cenando en familia

17. Cenando en familia 2

18. Verano

19. Alimentándose

20. San Valentín 2

21. Paisajes