19 sept 2013

EL ROL DE LA CULTURA EN LA VIDA DEL HOMBRE Y SU RELACIÓN CON LA MORAL CRISTIANA



W Los fines de la cultura
      La cultura debe tener como fin la perfección integral de la persona y el bien de toda la sociedad, por ello la dimensión ética de la cultura es una prioridad en la acción social y la política de los fieles laicos[1].
        Descuidando esta dimensión ética lleva a la cultura a ser un instrumento de empobrecimiento de la humanidad. Al mismo tiempo cerrándose así misma ella se hace estéril, encaminándose a la decadencia al rechazar todo desarrollo[2].
       
W La Iglesia y la cultura.
        La cultura debe constituir un campo privilegiado de presencia y de compromiso para la Iglesia y para cada uno de los cristianos. El separar la fe de la vida cotidiana es un error de nuestra época[3].

El Concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos de la ciudad temporal y de la ciudad eterna, a cumplir con fidelidad sus deberes temporales, guiados siempre por el espíritu evangélico. Se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación personal de cada uno. Pero no es menos grave el error de quienes, por el contrario, piensan que pueden entregarse totalmente del todo a la vida religiosa, pensando que ésta se reduce meramente a ciertos actos de culto y al cumplimiento de determinadas obligaciones morales. El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época. Ya en el Antiguo Testamento los profetas reprendían con vehemencia semejante escándalo. Y en el Nuevo Testamento sobre todo, Jesucristo personalmente conminaba graves penas contra él. (GS 43)

        Todos los errores y fenómenos actuales deben ser comprendidos en sus aspectos culturales y relacionados con el tema central de la persona humana, de su crecimiento integral, no olvidar que la cultura es aquello a través de lo cual el hombre, en cuanto hombre, se hace más hombre, es más, accede más al ser[4].

        La promoción de la cultura social y política inspirada en el Evangelio es una campo de particular compromiso de los fieles laicos. Este compromiso de los católicos no se reduce a la mera transformación  de las estructuras, está impulsado en su base por una cultura que acoge y de razón de las instancias que derivan de la fe y de la moral, colocándolas como fundamento y objetivo de los proyectos concretos, así los cristianos están impulsados a cimentarse con empeño en la construcción de una cultura social y política inspirada en el Evangelio[5].

        La formación de una cultura capaz de enriquecer al hombre requiere un empeño pleno de la persona, que despliega en ella toda su creatividad, inteligencia, conocimiento del mundo y de los hombres, ahí emplea además su capacidad de autodominio, de sacrificio personal, de solidaridad y de disponibilidad para promover el bien común[6].
        Todo fiel laico en ambiente cultural tiene el deber, el compromiso de  buscar y asegurar a todos y cada uno el derecho a una cultura humana y civil, exigido por la dignidad misma de la persona, sin distinción de raza, religión condición social. Esto se expresa en el derecho de las familias y de las personas a una escuela libre ya abierta, la libertad de acceso a los medios de comunicación social, para lo cual se debe evitar cualquier forma de monopolio y control ideológico, la libertad de investigación, de divulgación del pensamiento, de debate y confrontación. No olvidar que a la raíz de la pobreza de muchos pueblo está el desconocimiento de los derechos culturales[7].  El cristiano tiene algunos compromisos básicos ante la cultura:
· La primera solicitud de la acción social de los cristianos es el compromiso por la educación y la formación de la persona[8].
· El contenido de la cultura, la verdad ante la cual el hombre tiene el deber de conservar la estructura de toda la persona humana. Se debe oponer ante toda ideología reductiva del hombre  y de la vida[9].
· El compromiso de trabajar generosamente para dar su pleno valor a la dimensión religiosa de la cultura, condición para lograr la calidad de la vida humana, en el plano social e individual. La auténtica dimensión religiosa es constitutiva del hombre y le permite captar en sus diversas actividades el horizonte en el cual encuentra significado y dirección. La religiosidad o espiritualidad del hombre se manifiesta en las formas de la cultura, a las que da vitalidad e inspiración[10].
· Dar un gran relieve a los medios de comunicación social, sobre todo a los contenidos de las innumerables decisiones realizadas por las personas las cuales tienen un peso moral y deben ser evaluadas[11].



[1] Compendio, D.S., 556.
[2] Compendio, D.S., 556.
[3] Compendio, D.S., 554.
[4] Compendio, D.S., 554.
[5] Compendio, D.S., 555.
[6] Compendio, D.S., 556.
[7] Compendio, D.S., 557.
[8] Compendio, D.S., 557.
[9] Compendio, D.S., 558.
[10] Compendio, D.S., 559.
[11] Compendio, D.S., 560.

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