18 sept 2013

EL CAMBIO CONCEPTUAL DEL HOMBRE GRIEGO AL MEDIOEVO.



No será ya, como entre los griegos, el estudio de la naturaleza quien construirá una nueva mansión cósmica para el alma solitaria del Occidente posagustiniano, sino la fe. Surge el cosmos cristiano, tan real para el cristiano medieval que el lector de la Divina Comedia emprendía in mente el viaje a lo más profundo del infierno y, subiendo luego por las espaldas de Lucifer, atravesaba el purgatorio hasta llegar al cielo de la Trinidad, pero no como quien realiza una expedición por terrenos inexplorados sino por regiones de las que poseemos mapas muy exactos. Otra vez tenemos un mundo cerrado, una mansión donde el hombre puede aposentarse. Este mundo es todavía más finito que el de Aristóteles, porque ahora entra también en el cuadro el tiempo finito, el tiempo finito de la Biblia que toma la forma del tiempo cristiano.


El esquema de esta imagen del mundo es una cruz cuyo madero vertical es el espacio finito entre cielo e infierno, que nos lleva derechamente a través del corazón humano, y cuyo travesaño es el tiempo finito desde la creación hasta el día del juicio; su centro, la muerte de Cristo, coincide, cubriéndolo y redimiéndolo, con el centro del espacio, el corazón del pobre pecador. En torno a este esquema se construye la imagen medival del mundo. Dante pobló de vida el interior de ese mundo, pintando las vidas de hombres y de espíritus, pero sus perfiles conceptuales fueron trazados por Tomás de Aquino. (MARTIN BUBER).

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